viernes, 6 de noviembre de 2009

OFICIO MARGINAL


En general el reciclador es una persona que comienza a trabajar en este oficio desde muy corta edad, muchos crecen entre un carro de recolección y cumplen desde la más tierna edad las mismas jornadas de trabajo que realizan sus padres. Aunque no existen estudios precisos sobre el promedio de vida de los recuperadores de basuras, es posible afirmar que su envejecimiento es prematuro, entre otros factores por el desgaste físico que implica su labor y por las condiciones personales y ambientales en que debe realizarla. Por lo regular el reciclador realiza un recorrido de 10 horas diarias, de las cuales un poco más de dos horas se le van al inicio de la jornada empujando el carro desocupado que de todas maneras tiene un peso considerable, debiendo empujar el carro lleno y pesado el resto de las 8 horas.

El trabajo realizado por los recicladores es, desde distintos ángulos, una labor marginal, ya que legal, social, económica y culturalmente los trabajadores de la basura están en la picota pública. Esta actividad era desarrollada hasta hace muy poco, sin ningún respaldo de las empresas privadas o públicas sin reconocimiento de un sistema general de recolección y sin aceptación por parte de la normas legales vigentes. Las Disposiciones Sanitarias sobre Basuras prohíben extraer objetos de los recipientes de recolección e disponiendo sanciones a quienes infrinjan estas normas. También estas disposiciones indican la obligación de recoger inmediatamente las basuras en caso de esparcimiento durante el proceso de recolección. Así que el recuperador al buscar sus materiales, regar la basura y no recogerla nuevamente, está infringiendo la ley.

Además desde el punto de vista legal, la recolección de basuras es competencia de los servicios públicos, prestados por entes municipales o por empresas privadas autorizadas para tal fin. En ocasiones se presentan enfrentamientos entre los recicladores y los recolectores de empresas públicas y privadas. Estos enfrentamientos tienen por origen regularmente, la pelea por el "botín", en donde unos y otros buscan los beneficios económicos. La policía también contribuye a hostilizar a los recuperadores de basuras pues continuamente los asedia, obligándolos a suspender sus labores, les decomisa sus carros e incluso hasta se los queman o destruyen. En suma, la labor del recuperador, especialmente la que se realiza en la vía pública, está por fuera de la ley, formalmente prohibida tanto por las disposiciones de higiene y saneamiento ambiental, como por las de la policía y las de orden municipal.

Ocuparse de las basuras en las condiciones en que lo hacen los recicladores es sinónimo de indigencia o pobreza absoluta. La mayor parte son habitantes de tugurios, de invasiones o que carecen de vivienda conviviendo en ambientes deteriorados, por lo regular analfabetas o con muy baja preparación. Usualmente el recuperador es asociado con delincuencia y drogadicción, aunque este tipo de problemas se da en algunos recicladores, lo que no debe constituirse en una generalización pues, el gremio de los recicladores no es homogéneo y allí existen diferencias sustanciales en cuanto a su origen, tradición, profesionalismo, condiciones de vida y aspectos culturales. Lo que ocurre es que por las condiciones de vida del reciclador y por el medio en que obtiene y comercia los materiales que recupera, siempre es vinculado a otros grupos marginales. El rechazo social hacia los recicladores es tan profundo, que contra ellos se han provocado actos violentos y accidentes, que le han costado la vida a personas dedicadas a esta actividad. Han sido víctimas de las famosas "labores de limpieza" organizadas por escuadrones de la muerte, justicieros privados, bandas de asesinos en algunos casos amparados por instituciones legales.

Al ser de un estrato que no satisface las demandas básicas de sobrevivencia, al reciclador se le facilita la explotación del trabajo marginal, porque un esfuerzo tan agotador beneficia en mayor grado a los intermediarios subsidiando al industrial que reprocesa los materiales reciclados. El reciclador abarata parte de los insumos para la industria, con alto costo humano no reconocido por la sociedad. La participación en la vida pública de los recicladores es prácticamente nula, e injustamente muchos sectores los señalan como la escoria de la sociedad, lumpen por el cual no vale la pena hacer el menor esfuerzo de reinserción o mejoramiento de sus condiciones de vida. El mayor riesgo del trabajo marginal del reciclador es convertirse él mismo en una basura más, humana y socialmente hablando. Sólo una profunda dignidad personal le permite soportar esas condiciones de sobrevivencia por debajo de las mínimas que puede pedir cualquier ser humano. No obstante, es posible hablar de una cultura en la que existen valores propios, un lenguaje particular, formas de ver y expresar el mundo, y en donde es posible decantar y afianzar esa cultura en beneficio de los recicladores, con tan sólo lograr unos cuantos puntos de apoyo en el resto de la sociedad.

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