viernes, 6 de noviembre de 2009

UNA DURA REALIDAD



El mundo del reciclador encierra varios mundos, no sólo en lo que a condiciones de vida y familiares se refiere, sino también en lo concerniente a su moralidad. Catalogado como indigente, duerme por lo general en las calles, bajo los puentes, o en los parques públicos. Sólo una franja minoritaria de ellos puede pagar el diario para pasar una noche en un hotelucho, residencia o inquilinato. No conocen la estabilidad de un sitio propio para vivir, son los "judíos errantes" de la ciudad. Una de las características que los diferencia moralmente de los llamados recicladores profesionales, es que mientras estos conservan la dignidad, aquellos la han perdido por completo.

La mayor parte de los recuperadores indigentes son adictos y consumen algún tipo de droga, siendo frecuente verlos "chupando" boxer o consumiendo bazuco. Muchos inician desde niños aspirando gasolina pasando luego a sustancias más fuertes como pegante, las pepas, marihuana -considerada la más "zanahoria"-, el alcohol, el bazuco y combinaciones entre ellas. También se encuentran personas que se iniciaron en el consumo de alucinógenos durante la época del hippismo, jóvenes que no pudieron salir de la adicción. Pero no todos tienen el mismo grado de adicción. Algunos son compulsivos, mientras otros pueden controlar su consumo. Muchos "meten" por la noche pues de otra manera no pueden conciliar el sueño y de alguna manera es un "regalo" que se hacen al terminar la jornada. La droga también es un calmante de sus dolencias físicas y espirituales, aunque como es natural, los efectos de esta dependen de quien la consume. El reciclador adicto vive en la desesperanza y resignado a su condición de vicioso. Los recicladores indigentes provienen en su mayoría de familias de clase media-baja. Sus historias familiares van desde los que optaron por "volarse" debido a los maltratos hasta los que aparentemente tenían buenas relaciones con la familia.

La mayoría de estos recicladores no tuvo acceso a la escuela o si lo tuvo sólo alcanzó niveles bajos de escolaridad. Muy pocos lograron entrar a la secundaria y de estos una cifra mínima llegó a culminarla. Pese a ello no es raro encontrar en este medio a individuos con estudios universitarios que provienen de familias más acomodadas. De todas formas, quienes tuvieron poca o ninguna escolaridad, aprendieron empíricamente a realizar algún oficio. Las relaciones familiares de este grupo humano son por lo regular extremadamente deterioradas e incluso han roto por completo los vínculos con sus familias, ya sean las paternas o las conyugales. Su drogadicción juega un papel crucial pero también ellos sienten que ya no pueden amoldarse a llevar una vida "normal", así sean aceptados en sus hogares, o se intente apoyarlos de alguna forma.

En la escala ascendente de su drogadicción comienzan por no encajar en la vida familiar, a dejar sus empleos y responsabilidades y también sus actividades rutinarias. Luego comienzan su vagar buscando aventuras y sintiéndose dueños de una libertad sin límites. Al agotárseles el dinero, buscan algún trabajo pero lo pierden fácilmente por su irresponsabilidad o simplemente no lo consiguen. Entonces llegan al mundo de los recicladores. En este punto ya ha perdido valor para ellos lo que antes les significaba algo importante: la familia, el estudio, el trabajo, su presentación y aseo personal. El centro de su vida es la droga.

El rebusque con las basuras, de alguna manera se acopla a su estilo de vida: no tienen jefes ni horarios, no deben responder ante nadie, además las basuras no son desagradecidas pues siempre encuentran algo que les significa el dinero suficiente para proveerse de droga; la comida no falta, porque se la regalan o porque en los desperdicios siempre se encuentra algo. El reciclaje también les permite trabajar solos, en contacto mínimo con el resto del mundo, cubiertos por el anonimato, lo que les resulta cómodo dada su incapacidad para establecer vínculos afectivos o que les representen compromiso con otros. En cierta forma, el reciclaje es su única opción. A pesar de sus disueltas relaciones familiares estas personas valoran altamente la familia e incluso llegan a añorarla, pero no tanto como para trocarla por el placer que les implica ir sin límites de un sitio a otro, sentirse dueños de la calle, o marcharse sin más que sus harapos a otra ciudad.

Cuidar de sí mismos no les parece importante, viven el momento y el futuro no existe en sus cabezas, por ello no tienen sentido del ahorro. Son personas solas, encerradas en sí mismas, incapaces de compartir nada con nadie, tristes. El dinero es tal vez uno de sus valores importantes, en la medida que les permite proveerse de la droga diaria, pagar la pieza cuando la utilizan, o comprar algo de comer o beber cuando no consiguen en las basuras. Algunos valoran altamente no tener que mendigar y no recurrir al robo y les molesta inspirar lástima o que los miren como algo raro. Prefieren inspirar miedo, mostrarse fuertes, lo cual es un medio efectivo para sobrevivir en la calle. Se aferran a creencias religiosas e invocan a Dios con frecuencia pero no participan de ritos ni celebraciones.

Procuran mantenerse a prudente distancia de la policía, no tener roces o problemas con ella, pues saben que esto puede significarles atropellos o la vida misma. El reciclador teme y desprecia a la policía; la teme porque sabe que puede volverle la vida imposible, porque constantemente lo hostiliza y ejecuta en su contra "labores de limpieza"; la desprecia porque sabe que juega doble, que es corrupta y que mientras dice perseguir la droga, participa del negocio. Para el reciclador indigente, esta labor fue la última opción para sobrevivir, antes de caer en la delincuencia o la mendicidad. Pero una vez inmerso en el reciclaje encuentra en él un oficio que se le acopla, en el que gana plata y con el que puede "vivir", así añore una vida "decente" que lo reconcilie con su pasado y sobre todo, con su familia. Sabe de sobra que lleva una vida indigna, que ha caído demasiado bajo y que el medio en el que se desenvuelve es hostil y de no fiarse. Por ello su actitud es siempre prevenida.

Por lo general estos recicladores respetan el material obtenido por los demás. Cuando esta norma es violada, los enfrentamientos son violentos y pueden terminar en la muerte. A pesar de su marcado individualismo, los recicladores indigentes tienen gestos de compañerismo, como el de compartir la comida que encuentran o les obsequian, o el de regalar material al que le ha ido mal un día, actitud reforzada por la lógica de querer sólo lo necesario. Entre los más jóvenes existe la tendencia a conformar "galladas" en donde se vuelven muy amigos y se constituyen en una especie de familia. Pero estos vínculos son extremadamente frágiles y se rompen con facilidad. Por un lado, descartan de entrada cualquier normatividad que regule sus relaciones y por el otro, su inmadurez afectiva los lleva a escapar de cualquier relación que pueda significarles un compromiso al cual se sienten incapaces de responder, o un apego que siempre estarán en riesgo de perder. Cuando tienen algún gesto de solidaridad es porque este no los "liga" de ninguna manera.

La envidia y las rivalidades son la queja más común entre ellos. Pero en general, el tipo de relaciones que establecen depende de la clase o categoría a la que pertenecen, la cual a su vez tiene relación directa con el espacio geográfico o territorio en que se mueven. La diferencia de clases y la defensa del territorio ocasionan roces entre ellos, pues su lema es "juntos pero no revueltos".

No hay comentarios:

Publicar un comentario